Se buscan 14.000 millones para frenar las tres infecciones que más matan

El Fondo Global para la lucha contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis llama al compromiso de los países para luchar contra las tres grandes pandemias


14.000 millones de dólares. 12.527 millones de euros. Algo más que el presupuesto para todo un año del País Vasco. Una cifra en la que va la vida millones de personas. Es el mínimo que se ha propuesto recaudar en octubre el Fondo Global contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis, un organismo multilateral que se reúne cada tres años para recabar donaciones de gobiernos y organizaciones filantrópicas con el fin de seguir luchando contra las tres mayores epidemias que padece la humanidad. Juntas matan cada año a más de dos millones de personas.

El número lo repiten una y otra vez muchas de las 1.200 personas que han acudido al 26º congreso de Harm Reduction International (HRI), un encuentro que aborda soluciones para reducir el daño de las drogas y que se celebra desde el domingo en Oporto. 14.000 millones. Está en boca de todos porque las políticas que apuestan por paliar los efectos de los estupefacientes y mantener a la población informada (en lugar de usar mano dura contra ellos) dependen radicalmente del dinero de este organismo.

¿Y por qué una organización que lucha contra las enfermedades infecciosas se preocupa por las drogas? Porque entre sus usuarios las tasas de VIH están disparadas: mientras que bajan en todo el mundo, suben entre quienes se inyectan opioides (uno de cada ocho es seropositivo) y sus parejas. También les azota la tuberculosis y, aunque no es la competencia directa del Fondo Global, el 80% de ellas tienen o han padecido hepatitis.

HRI, que ha invitado a EL PAÍS a cubrir su congreso, denuncia que solo un 1% de quienes se inyectan drogas viven en un país con buenos servicios de reducción de daños: acceso a material estéril, terapias sustitutivas de opioides, recintos seguros donde pincharse o, en el mejor de los casos, lugares donde examinen las sustancias para saber exactamente qué se están metiendo en las venas. Onusida calcula que son necesarios 1.500 millones de dólares (1.341 millones de euros) cada año para atender adecuadamente este problema. Los donantes internacionales aportan un promedio de 188, solo un 13%. Y esta cantidad está en riesgo si la reunión del Fondo Global de octubre en Francia no logra sus frutos. 14.000 millones.

Marijke Wijnroks, directora de personal de este organismo multilateral, va de charla en charla en el congreso de Oporto con esta idea: “Necesitamos volver a la buena senda. Hemos hecho progresos en los últimos años, pero esto se puede revertir. Las cifras globales de VIH han mejorado, pero cada vez hay más jóvenes en África subsahariana y si no paramos los contagios volverán a subir. La tuberculosis está desarrollando resistencias que pueden ser letales. Debemos ser capaces de concienciar a los donantes para movilizar un mínimo de 14.000 millones”. Una meta más ambiciosa es alcanzar los 18.000, pero los responsables del Fondo Global prefieren asegurar la primera antes de aspirar a más.

Y no está claro que se vaya a conseguir. Este organismo y su primo hermano para las vacunas, Gavi, fueron dos instituciones que se crearon a inicios de siglo para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Cuando en 2015 se hizo evaluación de lo conseguido, hubo algunas sombras, pero muchas luces. Algunas de las más brillantes fueron las que mostraron enormes caídas en muertes por malaria, sida y tuberculosis. Desde el año 2000, el consorcio para las inmunizaciones calcula que este esfuerzo multilateral ha salvado 10 millones de vidas; el Fondo Global, 27 millones.

Pero esto solo se consigue con dinero. Mucho. En una reunión de recaudación de fondos de Gavi en 2015 faltaban 50 millones para lograr los objetivos, después de meses trabajando para buscar apoyos. Bill Gates sacó la chequera (metafóricamente) y completó la cifra de 6.625 millones de euros que por entonces se perseguía. Su fundación, junto con el Reino Unido, fueron entonces los mayores donantes, con más de 1.300 millones de euros cada uno. Pero los objetivos del Fondo Global son mucho más ambiciosos (tanto como el doble) y los esfuerzos necesitan repartirse más.

Portugal acaba de anunciar en la conferencia de HRI que aportará 750.000 euros. Una pequeña proporción entre estas cifras mareantes. Pero algo. España, que fue uno de los principales donantes durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, se retiró en 2011. Desde entonces no ha dado ni un solo euro al Fondo Global. El Parlamento ha instado al Ejecutivo a volver a esta senda, pero en 2016, la última oportunidad que hubo, se limitó a condonar una deuda de 17 millones de euros a Etiopía, Camerún y República Democrática del Congo a cambio de que invirtieran esta cuantía en salud.

Poco después, a finales de ese mismo año, todos los grupos parlamentarios pidieron al gabinete de Mariano Rajoy (por entonces) que asumiera el compromiso de aportar 100 millones de euros en la próxima conferencia de reposición de octubre. Las turbulencias políticas desde entonces han propiciado que no esté claro qué va a pasar. Lo resume Vanessa López, directora de Salud por Derecho, una de las ONG que más activamente está luchando para lograr esta meta: “Somos optimistas. Sabemos que el Gobierno en funciones tenía voluntad de volver al Fondo Global, incluso de poder sumar una aportación para este año, pero no fue posible porque los presupuestos no se aprobaron. Pero el PSOE ha incluido en su programa compromiso específico de que España va a volver a aportar a los fondos multilaterales en salud global”.

En cuestión de reducción de daños por las drogas, estos fondos no solo son una ayuda, en opinión de Naomi Burke-Shyne, directora de HRI, tienen que ser una “inversión catalizadora”, que impulse a las comunidades locales a actuar y que contagie a los gobiernos de los países receptores a sumarse a una causa con la que no siempre están concienciados. Como recordó, Bikas Gurung, de la Red Asiática de Consumidores de Drogas (ANPUD, por sus siglas en inglés), no se debe olvidar el trabajo de las comunidades en estos países, que “ya estaban antes de que llegasen las ayudas y seguirán allí con o sin ellas”. “Estamos hablando de países en los que se persigue a los usuarios, como Filipinas. En el mejor de los casos, después de 20 años de inversión, la mayoría no tiene voluntad política ni hace seguimiento de datos”, aseguró

El uso de drogas inyectables está presente en 179 países, pero solo 86 implementan el intercambio de agujas y jeringas. Y 86 (no necesariamente los mismos) permiten la terapia de sustitución de opioides. “Es imperiosa la necesidad de que el Fondo Global incentive la inversión en reducción de daños allá donde más se necesita”, pide Burke-Shyne. Pero, antes de eso, hay que llegar a la cifra mágica: 14.000 millones. O 18.000, para los más optimistas.

Fuente: El País